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HISTORIA

Los orígenes del arte conceptual



"Yo le llamo arte a todo aquello que de alguna manera nos devuelve la vida". -Elena Poe

A principios del siglo XX, el arte comenzó a romper cadenas tradicionales. En 1917, Marcel Duchamp, un artista provocador francés, presentó un urinario firmado como "R.Mutt" y lo tituló como Fountain (fuente) en una exposición en Nueva York. No era solo un objeto cotidiano; era una declaración: el arte no necesitaba ser bello ni siquiera creado por el artista, bastaba con que la idea lo mantuviera. Este hecho, plantó una semilla, en el corazón del dadaísmo (movimiento artístico y literario vanguardista). Los dadaístas, junto con los surrealistas de los años de 1920 y 1930, jugaron con lo absurdo, lo irracional y lo conceptual, desafiando las nociones de lo que el arte debía ser, criticando. Pero aún faltaban décadas para que esas ideas germinaran plenamente.


Luego, el mundo siguió girando, y tras las revueltas de las guerras mundiales, llegó la década de 1960. La sociedad estaba tensionada: protestas contra Vietnam, luchas por derechos civiles y cuestionamientos al capitalismo. El arte no podía quedarse atrás y en este terreno fértil, el minimalismo como influencia, estaba reduciendo las obras a formas esenciales, y por el ambiente de rebeldía contra el mercado del arte, los artistas buscaban desmaterializar las obras. Pero algunos artistas fueron más lejos: ¿y si el objeto artístico no era necesario? ¿y si la idea misma era la obra? ¿y si en el arte la idea pesaba más que el objeto?  


En 1964, Yoko Ono, desde el grupo Fluxus (movimiento artístico que mezclaba arte, música y performance) publicó Grapefruit, un libro de instrucciones poéticas que decia frases como: "Dibuja una línea con tu mente" o "Escucha el sonido de la guitarra girando". Estas frases no necesitaban estar materializadas, debido a que la obra vivía en la imaginación del lector. Fluxus estaba abriendo ese camino al conceptualismo. Seguidamente, en Nueva York, Joseph Kosuth llevó la filosofía al arte con One and Three Chairs (1965). Se trataba de una silla, su fotografía y la definición de sí misma en un diccionario, todo expuesto juntos. ¿Cuál era la verdadera silla? ¿El objeto, la imagen o su definición? Kosuth no ofrecía respuestas, solo preguntaba sobre la realidad, el lenguaje y el arte. 


Después, en 1967, Sol Lewitt, puso nombre a esta revolución en su ensayo Paragraphs on Conceptual Art, como: “La idea es la máquina que produce el arte” y así nació formalmente el arte conceptual, tomando su forma como tal. No todo era abstracto, ya que algunos usaron el conceptualismo para morder, como Hans Haacke, en 1968, expuso las conexiones turbias entre museos y corporaciones, tal y como en Shapolsky et al. Manhattan Real Estate Holdings (1971) que fue un mapa de propiedades que revelaba redes de poder.


En 1970, en América Latina, el conceptualismo se tiñó de resistencia y empezó con Brasil, bajo una dictadura militar Cildo Meirelles creó Inserções em Circuitos Ideológicos, estampando billetes y botellas de Coca-Cola con mensajes subersivos y los puso a circular, la obra no estaba en un museo; estaba en la calle, desafiando al régimen.


Las mujeres también encontraron en el conceptualismo un arma poderosa, debido a que en 1971, una artista afroamericana, Adrian Piper, usó su cuerpo y textos para confrontar el racismo y el sexismo en performances como Catalysis, así también, Martha Rosler, con The Bowery in Two Inadequate Descriptive Systems (1974), combinó fotos y palabras para criticar cómo se representa la pobreza. El arte conceptual se volvió un espejo de las luchas de la época.


Hacia 1980, el arte conceptual puro se diluyó, absorbido por el mercado del arte que antes había rechazado, pero su influencia fue imborrable, porque en 1990, el arte relacional de Nicolas Bourriaud bebió del conceptualismo, porque su obra era una interacción social. Varios artistas como Jeff Wall, con sus fotos escenificadas, llevaron las ideas a nuevos terrenos. Así como en el siglo XXI, Tino Sehgal crea "situaciones" sin objetos, tales como conversaciones coreografiadas en museos.


El arte conceptual enseñó que una obra no necesita ser un cuadro o una escultura; puede ser una pregunta, una protesta, o cualquier chispa que se tenga en mente. Hoy, cada vez que un artista prioriza la idea sobre la forma, está caminando sobre las huellas que dejó Duchamp y tantos otros que se atrevieron a imaginar un arte sin límites.

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